miércoles, 4 de abril de 2012

Pachamama revelada

¿Cómo es que nadie me advirtió que el camino de Potosí a Sucre era sublime? Quienes ya viajaron me tendrían que haber alertado sobre este paisaje mágico, que admiré cada instante con la nariz pegada a la ventana cual nena de 5 años. Estos son los momentos más difíciles de estar sola: cuando soy tan tan tan feliz, cuando estoy frente a un regalo tan tan tan grande, me encantaría poder mirar a alguien al lado mío (y no cualquier alguien, porque siempre viajás sentada con una chola, otro turista, o una gallina...) y preguntarle: VES LO QUE YO VEO??!!

En fin. Cuestión que me subí al bus justo antes de que empezara el atardecer, y pude admirar esas montañas en todos sus cambios de colores, con sus bosques y arroyos y casas de barro... Imagínenese una Toscana rústica y menos intervenida por el hombre... En medio de esa belleza, me puse a pensar: ¿quién que viva acá, que vea esto al menos una vez en su vida, puede creer en un dios que está "en el cielo"? ¿Cómo rezarle a esa Padre Nuestro que nos queda tan lejano, tan inalcanzable, cuando acá podemos ver, oler y escuchar a dios, bien cerquita? Si acá la Tierra se abre, se eleva, se corta, se escarpa, se arulla y se redondea así, toda para nosotros...

Frente a maravillas naturales como esta, siento que la existencia de la Pachamama es innegable. Y no me queda otra más que, en vez de mirar hacia arriba, arrodillarme para abajo y agradecer a esta Tierra que nos cobija, nos permite vivir en ella y, cuando la adoramos y la respetamos, nos permite sentirnos parte de ese poder, de ese misterio y también de ese regalo... Porque hay una cosa que sí es verdad de la religión "del cielo", y es que de la tierra venimos y a la tierra vamos. Viendo este paisaje, no creo que haya un mejor lugar de destino final.

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